lunes, 22 de agosto de 2016

Para mi primo Titín



Guillermo Alfredo Romero Fernández - Miranda, Titín
Titín y yo en Amsterdam
Cuando era pequeño, solía pensar que los primos-hermanos se llamaban así porque eran mitad primos y mitad hermanos; y que dependiendo de la relación eran más primos, o más hermanos… Evidentemente, para mí Titín era más hermano que primo, era mi hermano mayor, con el que me peleaba, el que se metía conmigo y el que, a la vez, siempre que podía me llamaba, el que más jugaba conmigo y con el que más planes hacía. 
Titín de pequeño
Todo era bonito, todo eran risas, alegría, sonrisas y buenos momentos… Hasta que el 14 de agosto su corazón dejó de latir durante la noche y no despertó… Probablemente el día más triste que recuerdo. Pero quizá sea bonito hacer balance y tener muy claro quién era mi primo Titín. 

Titín, junto a sus 2 hijas Eba y Enea y su sobrina Laura
Sobra decir que era el mejor (primo) hermano del mundo. Porque era único. Éramos capaces de pelearnos, de insultarnos, siempre de broma, de regañarme y al minuto darme un abrazo muy fuerte (de los que casi hacen daño) y hacer que se me pasara el enfado. Tenía esa sensibilidad especial, que pocas personas poseen, para, con una mirada y un fuerte abrazo, tocar el corazón y hacer que todo fuera maravilloso a su lado. 

Por eso, cuando pienso en él, cuando pienso en todo lo que hemos vivido, me inunda un precioso sentimiento de amor, de nostalgia y de cariño hacia él… Porque a su lado he pasado momentos inolvidables e inmensamente felices. 

Titín haciendo puenting
Recuerdo nuestra presentación… O quizá no lo fue, pero para mí es el primer recuerdo que tengo suyo… Estábamos unos cuantos primos en Benidorm, con los abuelos… Yo salía hacia la terraza y él, 11 años mayor que yo, quizá tenía 15, me hizo una pequeña zancadilla. Ahora pienso que fue un acto más en clave de humor. Mi otro primo, su hermano, Marcos le regañó; recriminándole que “sólo es un niño” mientras yo lloraba esperando a que volviera la Tita (mi abuela) para que me consolara y pusiera justicia allí. 

Titín partiéndose de risa junto a mis primos Elena y Eduardo
Quizá no parezca la mejor presentación del mundo, pero para mí es un recuerdo imborrable, un recuerdo único, un recuerdo que sembró una de las más bonitas relaciones entre primos, ¿qué digo primos? Hermanos, que han existido nunca… 


Titín y su hermano Marcos
Los años iban pasando… Yo no le veía durante el año, puesto que vivía en España y él en Bruselas… Por lo que nuestros encuentros se reducían a reuniones familiares en navidad y otros pocos en verano… En ellos siempre veía a Titín casi tan alto, o más, que Eduardo (su hermano y mi primo mayor, al que siempre todos admirábamos). Crecía en altura, pero continuaba siendo ese “gamberro” con mil chascarrillos propios de Rute, el pueblo natal de su padre y donde solía pasar temporadas en vacaciones, con ese aire desenfadado y divertido que siempre le caracterizó.

Lo primero que hacía era cogerme y ponerme bocabajo, mientras yo me revolvía e intentaba pegarle como fuera. Eso sí, quiero aclarar que desde la zancadilla nunca más volvimos a enfadarnos seriamente, ni a existir ningún tipo de violencia real en nuestras pequeñas “luchas”. Después, intercambiábamos algunos insultos característicos entre ambos (y copio textualmente de uno de los últimos mensajes que me envió): farfollas, cochino, membrillo, melón, marmolillo, garrulillo, merluzo, Nicotina, mamarracho, monicaco, besugo, pardillo, zoquete, lechuguino, pazgüato, lerdo, patán, soplagaitas, mamahuevo, zángano, pichafloja… A la vez que me decía, con acento andaluz, “ven a darle un beso a tu primo, que eres lo más feo de España… La última vez que te vi no me llegabas por la rodilla… Y ahora te has hecho un granuja de los más grandes”, para después amenazarme con “ponerme el culo como un tomate” y terminar fundidos en un fuerte abrazo. Risas, imitaciones de Nati, de famosos (Aznar, Felipe González, Jesulín…) y cánticos de canciones de un disco que le grabé en el año 2000 (con Ska-p y todo tipo de mamarrachadas que me gustaban en esa época). Seguramente sea una de las pocas personas que no sólo lo escuchó con asiduidad, sino que además se sabía todas y cada una de las canciones del disco; de ahí que siempre que tenía la oportunidad me las cantara… Más aún, su hija Eba, la mayor, canta siempre que la veo la canción de “resistencia” de Ska-p con gran naturalidad con la mirada atenta y orgullosa de un padre que ha enseñado algo divertido a su hija…

Titín junto a nuestro primo Pablo y yo. Ellos con sus hij@s y yo con la Laura, la hija pequeña de Elena, mi prima.
Siempre, tras ese encuentro inicial existía el momento de ponernos al día… Cómo nos iban nuestros trabajos (y previamente mis estudios), el aspecto sentimental (novias, amigos, familia…) y los planes futuros de viajes o juergas que teníamos pendientes de disfrutar juntos. Aquí, no tengo 1, sino miles de recuerdos… Qué de vivencias quedarán siempre en nuestros corazones, qué de aventuras hemos tenido el gusto de vivir… 

Titín y su hermana Elena
Titín es una persona excepcional. No sólo como primo, como hermano, como hijo, como amigo, sino también como padre. Fue capaz de renunciar a un trabajo en el BEI (Banco Europeo de Inversiones) para trabajar por menos de la mitad de su sueldo en una ONG (ACNUR) y así poder estar cerca de sus hijas… Renunciando así a su vida burguesa en Luxemburgo donde ya tenía su círculo de amigos y a su hermana Elena, con la que siempre estuvo inmensamente unido. 

Titín y Kattalin
También es el único capaz de casarse vestido de tuareg, porque según me contó, una vez se lo prometió a uno que conoció… Imaginad la cara de toda la familia cuando nos enteramos. Probablemente existan pocas personas tan auténticas, tan peculiares y tan entrañables. 

Titín vestido de Tuareg

Tenía una forma de ser muy peculiar y característica. Siempre con su estilo canalla, pero con un corazón inmenso, de esos que no existen en el mundo. Y digo esto a sabiendas de que todo el mundo creerá que es “lo típico que se dice de las personas cuando se van”; pero es verdad, es un hecho irrefutable. Y cualquier persona que le conociera estaría 100% de acuerdo en ello. Un aspecto muy interesante para resaltar era su tremenda sinceridad y según sus propias palabras “yo siempre soy sincero y digo la verdad… Algunos piensan que soy un poco ‘bocazas’, pero yo creo que la honestidad es el mejor camino”. 

Fue capaz de tener a una inmigrante ilegal en su casa que estaba amenazada por una mafia. No un par de días… Sino unos meses hasta que la chica pudo desligarse de la misma y casarse.
Titín con sus hermanos Eduardo y Elena

Pero al margen de los mil y un actos de bondad y generosidad altruista que ha tenido en su vida ha sido un ejemplo a seguir. El nexo de unión familiar que ha luchado y ha vivido para mantener a su familia siempre unida. Ha sido el único que llamaba a la familia por su cumpleaños, el que cada vez que visitaba España nos llamaba y hacía por vernos, con el que me enviaba mensualmente e-mails y con la llegada del Whatsapp nos escribía, semanal o quincenalmente, aunque sólo fuera para vacilarnos, para enviarnos un enlace de una canción, o para interesarse por nosotros… Dejo la última canción que me envió, la cual siempre será una de mis favoritas… No sólo porque me la envió él, sino porque es precioso lo que dice. 


A mí, particularmente, cuando estuve en Bruselas visitando a mis (primos) hermanos con 14 años, me enseñó (junto a Elena, su hermana y mi prima querida) a conducir, me llevaba a jugar al fútbol y al tenis, me sacaba por la noche haciéndose responsable de lo que me pudiera pasar, me dejaba dormir con él (en su cama) porque la alternativa que había era un sofá, puesto que era verano y la casa estaba a tope… En resumen, ha sido siempre una de las personas más generosas y cariñosas de las que he conocido. Con un corazón que, de verdad, no le cabía en el pecho. 

Titín junto a sus hermanos: Marián, Eduardo, Marcos y Elena
Cuando tenía 18 años tuvimos la boda de su hermana Marián, allí estuvimos disfrutando de tal evento familiar; y después nos fuimos una semana de viaje por Europa los 2: Luxemburgo, Bruselas y Amsterdam… Seguramente tod@s l@s que hayáis tenido un hermano mayor que os haya hecho caso y se haya interesado tanto por vosotr@s, sabréis de lo que hablo. Yo tenía un sentimiento de “soy mayor”, sentía mucha alegría de sentirme valorado, querido e importante para alguien a quien yo admiraba enormemente… No sólo eso, sino que para mí iba convirtiéndose en un referente, en un modelo a seguir, en un espejo en el que mirarme y en el hermano mayor que (junto a sus 2 hermanos y 2 hermanas), por libro de familia, nunca tuve. 
Titín junto a nuestros primos Katia y Pablo

De verdad digo que, aunque parezca mentira, todo lo que pueda decir de él es poco. Su generosidad (no sólo a nivel material, sino también en el aspecto afectivo y emocional) ha sido uno de los aspectos que estoy convencido de que todos los que le conocen, resaltan de él. Siempre pendiente de las personas que menos capacidad económica tenían, siempre dispuesto a dar, a invitar, a hacer lo que estuviera en su mano para hacer felices a los demás… Un espíritu y un corazón altruistas donde los haya y una bondad y sonrisas inigualables.
Titín y yo, hace alrededor de

14 años.

Lo peor de todo ello es que él también ha sufrido. Para que su pobre corazón no pudiera más, es evidente que algo muy profundo y doloroso llevaba consigo… Quién sabe qué factores habrán influido más. Pero la principal deuda que yo siento para con él es esa: no haber visto que, sin pedirlo, estaba pidiendo a gritos cariño. Solo en Bruselas… Sin familia (de sangre)… Sin demasiada gente con quien poder compartir una cerveza, un partido de tenis o un buen paseo junto a su perrita Chucky… Ahí es donde más siento yo mi parte, primo. Eso es lo que más me va a costar superar: no haberlo visto, no haberte escuchado con el corazón, en vez de con la razón. No haber sabido identificar que detrás de tu inmensa sonrisa, detrás de tantas ganas de hacernos reír a los demás, se escondía un sentimiento de tristeza y soledad. 


Por ello te pido perdón. Porque hoy cambiaría todo lo que tengo por poder disfrutar de ti un día más. Un día entero, en el qué seguro que debería estar esperándote 1 o 2 horas por tu impuntualidad, pero lo haría sin dudarlo. Simplemente para compartir contigo 1 solo minuto. No para hacer grandes cosas, simplemente para abrazarte, para acariciarte y para decirte que te adoro, que eres el mejor hermano, primo, padre, hijo, sobrino, nieto… que se puede tener. 

Titín rodeado de l@s pequeñ@s de la familia
Simplemente puedo prometerte que tu recuerdo no se borrará jamás, que una pequeña parte de ti vive en todos y cada uno de nosotros: de todos aquellos a los que nos hiciste felices con tu presencia, con tu alegría, con tu sonrisa, con tu bondad, con tu generosidad, con tu dulzura, con cada gesto y con cada mirada… Y que esa pequeña parte que todos tenemos tuya, hará que permanezcas entre nosotros hasta que podamos reunirnos de nuevo contigo y podamos recordar todos los momentos compartidos a tu lado. Porque nos hiciste felices, porque fuimos ciegos teniéndote delante, porque has sido el mejor de todos los que aquí quedamos. Y porque te quiero muchísimo, porque has sido, eres y siempre serás, mi hermano mayor. Muchas gracias. Hasta siempre. 
Eba, la hija mayor de Titín poniéndo un pétalo diciéndole "hasta siempre, Papá"

jueves, 21 de mayo de 2015

Sobre el amor y otras drogas...




Cómo a tod@s en esta vida, llega un momento en el que uno se siente “enamorado”. Pero ¿qué implica estarlo? ¿Cómo se sabe, realmente, si uno lo está? ¿Es sinónimo del “atontamiento” que sentimos al principio? ¿Es lo mismo estar enamorado que tener pareja? ¿Cuánto dura ese enamoramiento? ¿Es lo mismo que el amor? ¿En qué se diferencian? Éstas y otras preguntas que la mayoría de nosotr@s nos hemos hecho alguna vez, voy a tratar de responderlas en esta “breve” (ni de coña va a serlo) entrada.
Pues bien, todo comenzó como comienzan las cosas que un@ no se espera en la vida…


Pongamos una situación completamente arbitraria… Por ejemplo, que en tu nuevo trabajo piden que certifiques un nivel C1 de inglés. Uno, como persona responsable que es, decide matricularse en la UNED para asistir a clase durante todo el curso escolar y así poder ir “entrenándose” en la materia…

Tras 5 meses de ir a clase, resulta que existe una persona con la que no has coincidido nunca como “pareja de trabajo”. Pero la vida, valiente y desafiante, hace que lo hagas y que exista buen rollo entre ambos, o acaso, ¿alguien en su sano juicio pensaría que quedar para ver "Frozen" sería el inicio de todo?Pasado algún tiempo, la relación empieza a fluir y hablas de quedar para practicar inglés, para dar una vuelta a Wilson (por poner un nombre de perro) o para dar un paseo por la “ruta del colesterol” de Guadalajara (por contextualizar un poco la historia).

Curiosamente, un@ que es un alma libre y que huye del amor romántico tradicional y de los estereotipos marcados socialmente… Que casualmente, se acaba de independizar y considera que su vida independiente es muy, muy enriquecedora y productiva: salir, entrar, quedar, jugar a la play con su amigo Gayer (por ponerle un nombre), de vez en cuando limpiar, ordenar y casi una vez al día, cocinar… Se va dando cuenta de que esa otra persona tiene algo, algo que te llega dentro, que te hace sentirte muy a gusto a su lado y que a pesar de las propias barreras mentales que te dictan “no des más de lo que quieres recibir; o no te enamores” a los cuatro vientos… No sólo eres incapaz de controlarlas, sino que cada día que pasas a su lado, te hace sentirte más feliz y empiezas a tener miedo de “perderte algo importante por los prejuicios e ideas que tienes en ti”.

Así que decides pensar: que vale, que quizá esa persona te gusta y que es posible que sea interesante darle una oportunidad a conocerla más.

Continuáis acumulando vivencias, experiencias, risas, bromas… En resumen, complicidades y recuerdos que cuando han pasado unos meses, te das cuenta de que realmente quieres compartir tu vida presente, y quien sabe si futura, con ella.

La vida continúa y vas conociendo a sus amistades, la otra persona a las tuyas y te vas dando cuenta de que esa “percepción inicial tuya”, es algo que comparten contigo las personas que te quieren y te rodean, es decir, que no sólo te parece a ti increíble, sino a tod@s tus amig@s. Porque, hagamos una pausa y seamos sinceros: nuestra vida es nuestra y nos da igual lo que piense el resto de la gente, ¿verdad? Ja. Evidentemente tod@s somos grandes defensores de éste tipo de filosofías y son una meta a la que debemos llegar para ser realmente libres y vivir con plenitud, pero es obvio, que a tod@s nos resulta importante la opinión de las personas a las que queremos…

Mientras tanto, un@ va conociendo a la otra persona cada vez más, aprendiendo a convivir con ell@, conociendo poco a poco sus increíbles cualidades, así como sus debilidades y defectos. Dentro de todas esas vivencias, aprendes a convivir con sus “costumbres”, compartes alguna escapadita, algún plan que te apetece vivir con esa persona y vas sintiendo cosas muy bonitas en tu interior… Ese mensajito de buenos días que le mandas, ese último pensamiento de por la noche que le dedicas… Pequeños detalles que indican que te "estás pillando"...

En ese momento empiezas a ser consciente de que, pasadas varias semanas desde esas primeras citas y la película de Frozen, comienza a haber un vínculo mayor. Que ya no hablas de anécdotas y de experiencias propias, que ya únicamente las conversaciones no son “tan de coña”, sino que comienzas a abrir tu corazón y a contar tus miedos, tus expectativas en la vida, incluso nombras de pasada los 5 hij@s que algún día querrás tener… Momento en el cual ella seguramente flipará y pensará “Dios, 5 hij@s... ¿Y quién va a querer parir 5 hij@s? O ha tenido una infancia muy dura, o es fiel defensor de Rouco Varela…”;  en tus inquietudes sobre la vida, en reflexiones sobre el amor, la amistad, el trabajo…

Así, continúas dejándote llevar y pensando que “quien no arriesga no gana” y que te da igual pensar en las personas que no vas a conocer en profundidad porque, a día de hoy, únicamente quieres pensar en todo lo que vas a vivir al lado de esa persona.

Ya han pasado 2 meses y casi sin quererlo te das cuenta de que ya “quieres”, al menos un poquito, a esa persona. Que has vivido alguna que situación delicada y que ambos habéis hecho lo posible para resolverla sin ningún dramatismo… Que las personas, en ocasiones, somos montañas rusas emocionales y que existen días buenos, días regulares y días malos; y que la persona que consigue sacarte una sonrisa es ella. Que cuando es ella la que se encuentra mal, no te importa sacrificar tu siesta por regalarle un ratito de charla y desconexión para intentar mejorar su día… Lo cual, cuando te lo confirma es un auténtico subidón, por cierto. 
Porque, cambiando drásticamente de tema: somos seres humanos y debemos comunicar, debemos transmitir lo que pensamos con la mente y lo que sentimos con el corazón, sólo así nos acercamos a vivir la vida plenamente. Sin ello, nos quedamos en medias tintas, nos frustramos y nos creamos a nosotr@s mism@s inseguridades innecesarias. 

Cómo comentaba: pequeños detalles que aparentemente pueden pasar desapercibidos, pero que te demuestran que, en efecto, comienzas a estar enamorado. O eso crees, porque ¿qué o quién dicta cuando se está realmente? 

Quizá, este sea un buen momento para responder a una de las preguntas que me planteaba al principio. Estar enamorado no es sinónimo del “enchochamiento” inicial de cualquier relación. Se asemeja bastante, creo, pero no tiene tanto que ver. Porque ese atontamiento inicial responde a la capacidad humana para motivarse ante un cambio (que puede ser de trabajo, de hogar, de lo que sea…). El enamoramiento es algo mucho más profundo y de mayor carga sentimental que la emoción por la novedad.

Pero claro… He ahí el gran quid de la cuestión. Estar enamorado, creo que, significa mucho más de lo que comúnmente pensamos al respecto. Implica pensar en el bienestar de la otra persona, en querer disfrutar de cada minuto a su lado olvidándose de egos y de un@ mism@… Significa, por ejemplo, que cuando se te ocurre, o te surge algún plan interesante, la primera persona en la que piensas es en ella, en que quieres compartir momentos y vivencias a su lado y que quieres construir algo sólido y bonito a su lado.

Dice un proverbio zen que “el amor consiste en construir una obra de arte”. Una obra de arte que, como decía anteriormente, no sabes lo que durará, ni cómo evolucionará, ni si la vida te llevará por uno, u otro, camino; pero al menos sí tienes claro que el tiempo que estés a su lado, vas a luchar por ello. Digo esto porque cuando uno cree que algo durará eternamente tiende a descuidarlo, a olvidarlo y a dejarlo en un segundo lugar, pero cuando no lo sabemos, tendemos a cuidarlo en mucha mayor medida.

Así, creo que, como leí en algún sitio “enamorarse implica el mayor acto de humildad por parte de un ser humano”, porque de algún modo estamos aceptando que nos sentimos vulnerables por perder a esa persona, o porque pueda haber algo que no salga como desearíamos… Al margen de necesitar a esa persona, lo cual no es sano, en mi opinión; creo que en efecto supone una vulnerabilidad emocional. Y eso sucede única y exclusivamente porque cuando sentimos, cuando tocamos (o nos tocan) con el corazón, estamos mucho más expuestos al dolor y al sufrimiento que cuando nos mantenemos en nuestra zona de confort y tenemos nuestro caparazón anti-dolor activo… 

Ahora bien, llegado este punto podemos preguntarnos ¿tener pareja es lo mismo que estar enamorado? Evidentemente, no. Si no hubiera visto tantísimas parejas hastiadas por la rutina, por la costumbre y por la monotonía quizá mi respuesta fuera otra. La cuestión ahora, quizá sea pensar que una relación es como una planta: si dejamos de regarla, de cuidarla y de preocuparnos por ella, ésta perderá vida; empezando por las flores y terminando por las hojas.

Sinceramente, ese es el mayor miedo, o preocupación que tengo yo. Miedo que tengo, y he tenido a lo largo de los años y personas con las que he estado. Al principio todo es muy bonito, no existen los problemas y de todo se puede sacar el lado positivo… Sin embargo, con el tiempo comienza la rutina, las molestias de esas cosas que al principio “no te hacían mucha gracia”, pero que con el tiempo acaban por molestarte.

Hablando de la rutina, y haciendo un pequeño paréntesis, creo que muchos tendemos a confundir la rutina, con la monotonía, cuando realmente no son sinónimos. Tod@s vivimos de rutinas: nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, fumamos la misma marca de tabaco, los fines de semana solemos hacer planes similares… La diferencia es cuando esa rutina se convierte en “sota, caballo y rey” y no dejamos lugar a la improvisación, a los planes inesperados, a las ideas alocadas y a que la vida fluya. ¿Acaso no desayunamos de vez en cuando algo diferente? ¿No nos gusta disfrutar de cosas que no acostumbramos hacer? Pues creo que en las relaciones es igual, que es necesario mantener viva esa famosa “llama” y tratar de reinventarse y disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida sin "cerrarnos, ni apegarnos a algo o a alguien".

Tema aparte, que daría para una nueva entrada, pero que viene al caso comentar, sería el de las diferentes formas de evolución de una pareja. Si bien es cierto que la pareja podría representar un 50% de una relación (por ponerlo en términos cuantitativos), el otro 25% estaría destinado a cada miembro de la misma; no obstante, creo que la cuestión no es tener ese 25% independiente y completamente al margen (lo cual no critico), sino que vaya en paralelo con el otro 25% restante…

Dentro de esos porcentajes, es evidente (o al menos a mí me lo parece) que ambos deben hacerse formar parte activa de la vida del otr@. Así al menos intento hacerlo yo, incluir en mis planes "de amig@s" y con vistas (muy al futuro), familiar. Eso sí, creo que es fundamental que ambas personas sigan manteniendo su grado de independencia, lo cual es imprescindible, por supuesto.

Volviendo al tema del enamoramiento como tal. Creo que cualquier pareja, por muy enamorada que haya estado, dudo que pueda afirmar honestamente, que ese “enamoramiento” dure toda la vida. No digo que no se pueda volver a estar, pero evidentemente existen las crisis, situaciones y vivencias incómodas… En las cuales es el momento de demostrar cuales son las prioridades propias y de la pareja y que existe un compromiso mutuo por superarlas y reconstruir lo que pueda haber flaqueado…

Sin embargo, creo (insisto en ello porque es algo que pienso desde el más absoluto desconocimiento) que dicho enamoramiento no es lo mismo que el amor. Creo que éste hace alusión a esa emoción que sentimos por nuestr@s amig@s, por nuestra familia, por las personas que nos importan y, por supuesto, por la persona con la que compartimos con mayor profundidad nuestra vida.

Ese amor debe estar construido con unos fuertes cimientos, tratando de pensar en facilitar las cosas tanto a un@ mism@, como a la otra persona; y es que considero que en numerosas ocasiones somos nosotr@s mism@s los que nos empeñamos en hacer las situaciones y la vida difícil. Por ello, si nos dedicamos a disfrutar a pensar en positivo y a crecer como personas, creo que es cuestión de tiempo que las diferentes situaciones vayan entrando en equilibrio y que los conflictos sean llevados de una forma sana y constructiva. Pero claro, ahí entraríamos nuevamente en el ámbito de los egos, de la arrogancia, de nuestras propias frustraciones, de nuestros miedos enmascarados en seguridad y de todos los aspectos negativos que todos poseemos y que tendemos a esconder en vez de luchar por romper algunas barreras y, sencillamente, vivir haciendo frente a las dificultades. 

La foto se corresponde con la realidad; por supuesto, es preciosa. 
Por eso, después de esta gran parrafada, escrita en cómodos fascículos, por supuesto, puedo afirmar que para estar enamorado hay que ser valiente, hay que apostar a una carta, hay que tener presente que habrá altibajos, que existirán dudas y que habrá momentos en los que uno piense que estaría mejor solo… Pero seguramente si preguntáramos a diferentes parejas, en un alto porcentaje nos dirían que sí, “que merece la pena” arriesgar y apostar por algo en lo que uno realmente quiere, tener 5 hij@s y el monovolumen con el DVD de la sirenita para viajar en plan “autobús familiar”.

Así, seguramente si nos dedicamos a vivir, a disfrutar y a afrontar la vida en pareja de una forma sana, equilibrada y poniendo todo nuestro corazón en ella, creo que tenemos un altísimo porcentaje de probabilidades de éxito en la construcción de esa Obra de Arte de la que hablaba anteriormente. Únicamente necesitamos corazón, un poquito de cabeza, algo de interés, unas dosis de elocuencia y creatividad y, sobre todo: tener claro que la vida es para valientes. Valientes que quieran vivir, que estén dispuestos a sufrir por el camino, que estén dispuestos a luchar por lo que quieren y que deseen realmente bailar bajo la lluvia de ese escenario llamado "vida".