jueves, 21 de mayo de 2015

Sobre el amor y otras drogas...




Cómo a tod@s en esta vida, llega un momento en el que uno se siente “enamorado”. Pero ¿qué implica estarlo? ¿Cómo se sabe, realmente, si uno lo está? ¿Es sinónimo del “atontamiento” que sentimos al principio? ¿Es lo mismo estar enamorado que tener pareja? ¿Cuánto dura ese enamoramiento? ¿Es lo mismo que el amor? ¿En qué se diferencian? Éstas y otras preguntas que la mayoría de nosotr@s nos hemos hecho alguna vez, voy a tratar de responderlas en esta “breve” (ni de coña va a serlo) entrada.
Pues bien, todo comenzó como comienzan las cosas que un@ no se espera en la vida…


Pongamos una situación completamente arbitraria… Por ejemplo, que en tu nuevo trabajo piden que certifiques un nivel C1 de inglés. Uno, como persona responsable que es, decide matricularse en la UNED para asistir a clase durante todo el curso escolar y así poder ir “entrenándose” en la materia…

Tras 5 meses de ir a clase, resulta que existe una persona con la que no has coincidido nunca como “pareja de trabajo”. Pero la vida, valiente y desafiante, hace que lo hagas y que exista buen rollo entre ambos, o acaso, ¿alguien en su sano juicio pensaría que quedar para ver "Frozen" sería el inicio de todo?Pasado algún tiempo, la relación empieza a fluir y hablas de quedar para practicar inglés, para dar una vuelta a Wilson (por poner un nombre de perro) o para dar un paseo por la “ruta del colesterol” de Guadalajara (por contextualizar un poco la historia).

Curiosamente, un@ que es un alma libre y que huye del amor romántico tradicional y de los estereotipos marcados socialmente… Que casualmente, se acaba de independizar y considera que su vida independiente es muy, muy enriquecedora y productiva: salir, entrar, quedar, jugar a la play con su amigo Gayer (por ponerle un nombre), de vez en cuando limpiar, ordenar y casi una vez al día, cocinar… Se va dando cuenta de que esa otra persona tiene algo, algo que te llega dentro, que te hace sentirte muy a gusto a su lado y que a pesar de las propias barreras mentales que te dictan “no des más de lo que quieres recibir; o no te enamores” a los cuatro vientos… No sólo eres incapaz de controlarlas, sino que cada día que pasas a su lado, te hace sentirte más feliz y empiezas a tener miedo de “perderte algo importante por los prejuicios e ideas que tienes en ti”.

Así que decides pensar: que vale, que quizá esa persona te gusta y que es posible que sea interesante darle una oportunidad a conocerla más.

Continuáis acumulando vivencias, experiencias, risas, bromas… En resumen, complicidades y recuerdos que cuando han pasado unos meses, te das cuenta de que realmente quieres compartir tu vida presente, y quien sabe si futura, con ella.

La vida continúa y vas conociendo a sus amistades, la otra persona a las tuyas y te vas dando cuenta de que esa “percepción inicial tuya”, es algo que comparten contigo las personas que te quieren y te rodean, es decir, que no sólo te parece a ti increíble, sino a tod@s tus amig@s. Porque, hagamos una pausa y seamos sinceros: nuestra vida es nuestra y nos da igual lo que piense el resto de la gente, ¿verdad? Ja. Evidentemente tod@s somos grandes defensores de éste tipo de filosofías y son una meta a la que debemos llegar para ser realmente libres y vivir con plenitud, pero es obvio, que a tod@s nos resulta importante la opinión de las personas a las que queremos…

Mientras tanto, un@ va conociendo a la otra persona cada vez más, aprendiendo a convivir con ell@, conociendo poco a poco sus increíbles cualidades, así como sus debilidades y defectos. Dentro de todas esas vivencias, aprendes a convivir con sus “costumbres”, compartes alguna escapadita, algún plan que te apetece vivir con esa persona y vas sintiendo cosas muy bonitas en tu interior… Ese mensajito de buenos días que le mandas, ese último pensamiento de por la noche que le dedicas… Pequeños detalles que indican que te "estás pillando"...

En ese momento empiezas a ser consciente de que, pasadas varias semanas desde esas primeras citas y la película de Frozen, comienza a haber un vínculo mayor. Que ya no hablas de anécdotas y de experiencias propias, que ya únicamente las conversaciones no son “tan de coña”, sino que comienzas a abrir tu corazón y a contar tus miedos, tus expectativas en la vida, incluso nombras de pasada los 5 hij@s que algún día querrás tener… Momento en el cual ella seguramente flipará y pensará “Dios, 5 hij@s... ¿Y quién va a querer parir 5 hij@s? O ha tenido una infancia muy dura, o es fiel defensor de Rouco Varela…”;  en tus inquietudes sobre la vida, en reflexiones sobre el amor, la amistad, el trabajo…

Así, continúas dejándote llevar y pensando que “quien no arriesga no gana” y que te da igual pensar en las personas que no vas a conocer en profundidad porque, a día de hoy, únicamente quieres pensar en todo lo que vas a vivir al lado de esa persona.

Ya han pasado 2 meses y casi sin quererlo te das cuenta de que ya “quieres”, al menos un poquito, a esa persona. Que has vivido alguna que situación delicada y que ambos habéis hecho lo posible para resolverla sin ningún dramatismo… Que las personas, en ocasiones, somos montañas rusas emocionales y que existen días buenos, días regulares y días malos; y que la persona que consigue sacarte una sonrisa es ella. Que cuando es ella la que se encuentra mal, no te importa sacrificar tu siesta por regalarle un ratito de charla y desconexión para intentar mejorar su día… Lo cual, cuando te lo confirma es un auténtico subidón, por cierto. 
Porque, cambiando drásticamente de tema: somos seres humanos y debemos comunicar, debemos transmitir lo que pensamos con la mente y lo que sentimos con el corazón, sólo así nos acercamos a vivir la vida plenamente. Sin ello, nos quedamos en medias tintas, nos frustramos y nos creamos a nosotr@s mism@s inseguridades innecesarias. 

Cómo comentaba: pequeños detalles que aparentemente pueden pasar desapercibidos, pero que te demuestran que, en efecto, comienzas a estar enamorado. O eso crees, porque ¿qué o quién dicta cuando se está realmente? 

Quizá, este sea un buen momento para responder a una de las preguntas que me planteaba al principio. Estar enamorado no es sinónimo del “enchochamiento” inicial de cualquier relación. Se asemeja bastante, creo, pero no tiene tanto que ver. Porque ese atontamiento inicial responde a la capacidad humana para motivarse ante un cambio (que puede ser de trabajo, de hogar, de lo que sea…). El enamoramiento es algo mucho más profundo y de mayor carga sentimental que la emoción por la novedad.

Pero claro… He ahí el gran quid de la cuestión. Estar enamorado, creo que, significa mucho más de lo que comúnmente pensamos al respecto. Implica pensar en el bienestar de la otra persona, en querer disfrutar de cada minuto a su lado olvidándose de egos y de un@ mism@… Significa, por ejemplo, que cuando se te ocurre, o te surge algún plan interesante, la primera persona en la que piensas es en ella, en que quieres compartir momentos y vivencias a su lado y que quieres construir algo sólido y bonito a su lado.

Dice un proverbio zen que “el amor consiste en construir una obra de arte”. Una obra de arte que, como decía anteriormente, no sabes lo que durará, ni cómo evolucionará, ni si la vida te llevará por uno, u otro, camino; pero al menos sí tienes claro que el tiempo que estés a su lado, vas a luchar por ello. Digo esto porque cuando uno cree que algo durará eternamente tiende a descuidarlo, a olvidarlo y a dejarlo en un segundo lugar, pero cuando no lo sabemos, tendemos a cuidarlo en mucha mayor medida.

Así, creo que, como leí en algún sitio “enamorarse implica el mayor acto de humildad por parte de un ser humano”, porque de algún modo estamos aceptando que nos sentimos vulnerables por perder a esa persona, o porque pueda haber algo que no salga como desearíamos… Al margen de necesitar a esa persona, lo cual no es sano, en mi opinión; creo que en efecto supone una vulnerabilidad emocional. Y eso sucede única y exclusivamente porque cuando sentimos, cuando tocamos (o nos tocan) con el corazón, estamos mucho más expuestos al dolor y al sufrimiento que cuando nos mantenemos en nuestra zona de confort y tenemos nuestro caparazón anti-dolor activo… 

Ahora bien, llegado este punto podemos preguntarnos ¿tener pareja es lo mismo que estar enamorado? Evidentemente, no. Si no hubiera visto tantísimas parejas hastiadas por la rutina, por la costumbre y por la monotonía quizá mi respuesta fuera otra. La cuestión ahora, quizá sea pensar que una relación es como una planta: si dejamos de regarla, de cuidarla y de preocuparnos por ella, ésta perderá vida; empezando por las flores y terminando por las hojas.

Sinceramente, ese es el mayor miedo, o preocupación que tengo yo. Miedo que tengo, y he tenido a lo largo de los años y personas con las que he estado. Al principio todo es muy bonito, no existen los problemas y de todo se puede sacar el lado positivo… Sin embargo, con el tiempo comienza la rutina, las molestias de esas cosas que al principio “no te hacían mucha gracia”, pero que con el tiempo acaban por molestarte.

Hablando de la rutina, y haciendo un pequeño paréntesis, creo que muchos tendemos a confundir la rutina, con la monotonía, cuando realmente no son sinónimos. Tod@s vivimos de rutinas: nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, fumamos la misma marca de tabaco, los fines de semana solemos hacer planes similares… La diferencia es cuando esa rutina se convierte en “sota, caballo y rey” y no dejamos lugar a la improvisación, a los planes inesperados, a las ideas alocadas y a que la vida fluya. ¿Acaso no desayunamos de vez en cuando algo diferente? ¿No nos gusta disfrutar de cosas que no acostumbramos hacer? Pues creo que en las relaciones es igual, que es necesario mantener viva esa famosa “llama” y tratar de reinventarse y disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida sin "cerrarnos, ni apegarnos a algo o a alguien".

Tema aparte, que daría para una nueva entrada, pero que viene al caso comentar, sería el de las diferentes formas de evolución de una pareja. Si bien es cierto que la pareja podría representar un 50% de una relación (por ponerlo en términos cuantitativos), el otro 25% estaría destinado a cada miembro de la misma; no obstante, creo que la cuestión no es tener ese 25% independiente y completamente al margen (lo cual no critico), sino que vaya en paralelo con el otro 25% restante…

Dentro de esos porcentajes, es evidente (o al menos a mí me lo parece) que ambos deben hacerse formar parte activa de la vida del otr@. Así al menos intento hacerlo yo, incluir en mis planes "de amig@s" y con vistas (muy al futuro), familiar. Eso sí, creo que es fundamental que ambas personas sigan manteniendo su grado de independencia, lo cual es imprescindible, por supuesto.

Volviendo al tema del enamoramiento como tal. Creo que cualquier pareja, por muy enamorada que haya estado, dudo que pueda afirmar honestamente, que ese “enamoramiento” dure toda la vida. No digo que no se pueda volver a estar, pero evidentemente existen las crisis, situaciones y vivencias incómodas… En las cuales es el momento de demostrar cuales son las prioridades propias y de la pareja y que existe un compromiso mutuo por superarlas y reconstruir lo que pueda haber flaqueado…

Sin embargo, creo (insisto en ello porque es algo que pienso desde el más absoluto desconocimiento) que dicho enamoramiento no es lo mismo que el amor. Creo que éste hace alusión a esa emoción que sentimos por nuestr@s amig@s, por nuestra familia, por las personas que nos importan y, por supuesto, por la persona con la que compartimos con mayor profundidad nuestra vida.

Ese amor debe estar construido con unos fuertes cimientos, tratando de pensar en facilitar las cosas tanto a un@ mism@, como a la otra persona; y es que considero que en numerosas ocasiones somos nosotr@s mism@s los que nos empeñamos en hacer las situaciones y la vida difícil. Por ello, si nos dedicamos a disfrutar a pensar en positivo y a crecer como personas, creo que es cuestión de tiempo que las diferentes situaciones vayan entrando en equilibrio y que los conflictos sean llevados de una forma sana y constructiva. Pero claro, ahí entraríamos nuevamente en el ámbito de los egos, de la arrogancia, de nuestras propias frustraciones, de nuestros miedos enmascarados en seguridad y de todos los aspectos negativos que todos poseemos y que tendemos a esconder en vez de luchar por romper algunas barreras y, sencillamente, vivir haciendo frente a las dificultades. 

La foto se corresponde con la realidad; por supuesto, es preciosa. 
Por eso, después de esta gran parrafada, escrita en cómodos fascículos, por supuesto, puedo afirmar que para estar enamorado hay que ser valiente, hay que apostar a una carta, hay que tener presente que habrá altibajos, que existirán dudas y que habrá momentos en los que uno piense que estaría mejor solo… Pero seguramente si preguntáramos a diferentes parejas, en un alto porcentaje nos dirían que sí, “que merece la pena” arriesgar y apostar por algo en lo que uno realmente quiere, tener 5 hij@s y el monovolumen con el DVD de la sirenita para viajar en plan “autobús familiar”.

Así, seguramente si nos dedicamos a vivir, a disfrutar y a afrontar la vida en pareja de una forma sana, equilibrada y poniendo todo nuestro corazón en ella, creo que tenemos un altísimo porcentaje de probabilidades de éxito en la construcción de esa Obra de Arte de la que hablaba anteriormente. Únicamente necesitamos corazón, un poquito de cabeza, algo de interés, unas dosis de elocuencia y creatividad y, sobre todo: tener claro que la vida es para valientes. Valientes que quieran vivir, que estén dispuestos a sufrir por el camino, que estén dispuestos a luchar por lo que quieren y que deseen realmente bailar bajo la lluvia de ese escenario llamado "vida".