lunes, 13 de agosto de 2012

Unos auriculares


Lo cierto es que esta entrada es una especie de galimatías gramatical de algo que intenta ser “humor”, lo cual es complicado mediante la lectura, ya que en la interacción siempre resulta más sencillo, pero ya que la he escrito y que le he prometido a mi querida amiga Laurita que la subiría, aquí está:

Un buen día estás tranquilamente hablando con una amiga que está de en Inglaterra “viviendo el sueño europeo” por el skype, cuando de repente te das cuenta de que ni escuchas, ni seguramente la otra persona se entere de nada de lo que dices…

En ese momento piensas “ya sé lo que necesito, unos auriculares”. Bien, ni corto, ni perezoso a la mañana siguiente vas decidido a comprarte unos normalitos… Sin embargo, por el camino vas pensando que si te compras unos buenos puede ser una inversión: te servirán para el móvil, para el ordenador, para ver una peli el día que haya alguien durmiendo y no pare de repetirte que “bajes la tele”, etc.

Pues bien, llegas a la tienda y observas que hay una amplia gama de auriculares con micrófono. Tú le explicas al dependiente que quieres “unos normalitos” para hablar por skype y poco más… Sin embargo, ser dependiente de una tienda de informática es como ser Arturo Vals en “Ahora caigo”, si él te dice que sigas jugando, tú prefieres perder tus 12000 € a cambio de ganar un comodín y poder ganar otros 1000… Así que el dependiente te dice que “tiene unos muy buenos que para lo que cuestan, están muy bien, que él mismo se ha comprado”. Además, le saca alguna pega del tipo “el único inconveniente que tienen para mi gusto es que a los que somos de cabeza amplia, nos aprieta un poco.” Yo pensaba para mis adentros “claro, yo que la tengo pequeña seguro no tengo ese problema…”

Aclaro, que el precio de unos sencillitos, los que yo buscaba, no llegaba a 5€. Pero claro, lo ha dicho el dependiente, es un tipo que se dedica a eso y que seguro que no se lleva comisión, y si encima se los ha comprado él, serán los mejores… Así que terminas comprándote esos, 15€ y una pinta de ser buenísimos, con su micrófono integrado “en plan teleoperadora”, con sus cables de dos colores, en definitiva, que eres el rey en ese momento.

Según sales de la tienda piensas “voy a probarlos” y ni corto, ni perezoso los abres a duras penas (porque ojito qué plástico ponen… Si los motores Fiat son malos, que prueben a hacerlos de ese plástico y verán lo que duran), los conectas al móvil y te pones a escuchar música…

A los 5 minutos notas que la gente te mira raro, llevas una especie de casco gigante con un micrófono integrado y la gente, que suele ser muy tolerante para todo lo que se escape de lo que consideran “normal”, no dice nada, pero te miran como si de un manicomio te hubieras escapado… Pero bueno, tú sigues a lo tuyo, que tus 15 eurazos te han costado y tienes que darles uso.

Evidentemente, eso lo haces durante los próximos dos paseos que le das al perro, vas súper molón, cantando lo más bajito que puedes, para no dar aún más el cante.

Pues bien, pasado prácticamente un año desde que esto sucedió, los auriculares los he utilizado 2 veces, una para ver un vídeo del blog del equipo y otra para ver una película en el ordenador, que hay que reconocer, que mejora mucho el volumen con ellos puestos.

Sin embargo, un día como ayer, se alinean los planetas. Tú tienes ganas de ver una película, tu madre está durmiendo y ya te ha dicho un par de veces (durante los primeros cinco minutos) que “bajes eso” y a ti se te ilumina la bombilla y dices “¡Los cascos! ¿Qué mejor oportunidad que esta para utilizarlos?” Pues bien amigo, después de estar más de un cuarto de hora buscándolos y darlos ya por perdidos, descubres que los tienes en lo alto de la estantería y que tú no los has dejado ahí (o sí, ¿quién sabe?)… Sin embargo, vas corriendo a la tele a ponerlos, pero ahora empieza otro problema. ¿Dónde tienen las teles modernas la salida para cascos? Después de hacer una no muy minuciosa inspección ocular, descubres que no tiene salida para auriculares. Pero claro, un tipo con recursos va rápidamente a Google, teclea el modelo de la televisión y descubre que sí lo tiene… Así que rápidamente vuelves a buscarlos, das una, dos y a la tercera vuelta descubres una pequeña salida, en un compartimento lateral que permanecía cerrado, en la que se halla la dichosa ranura de auriculares.

La peli se va acercando, ya sólo te queda conectarlos y sentarte a verla. Pues bien, descubres que los súper-mega auriculares que el tipo de la tienda te vendió son para ordenador o teléfono, ya que el cable que tienen no mide más de 1’5 metros… Y ver una película a 1 de distancia en una televisión grande no procede demasiado.

Al tanto, caes que cuando hiciste la portabilidad a yoigo, la chica de la tienda te regaló unos auriculares (sin micrófono) y que tú pensaste “¡Buá, con los auriculares que yo tengo, estos no los utilizaré en la vida!”, pues bien, a pesar de tenerlos delante de tus narices durante la hora que llevas intentando ver la película, no caes hasta ese preciso momento, en el cual vas verificar si tal afirmación era cierta, los abres y observas que el cable es casi medio metro más largo y que ver una película a 1’5 metros ya no es tanto sacrilegio para tus ojos.

En definitiva, esto no está basado en hechos reales, es la cruda realidad que tuve que vivir yo ayer. Lo cual me ha servido para hacer una entrada que no creo que nos lleve a nada, pero que seguro que tú, querid@ lector@ te has sentido identificado en alguna parte de la misma.

Si quieres, además, un consejo: nunca te compres unos auriculares, cámbiate a yoigo, que aparte de pagar menos por tu factura de teléfono, tendrás unos auriculares muy dignos a coste cero.  Y ya de paso dices que soy tu amigo y nos hacen descuento a los 2.

lunes, 28 de mayo de 2012

Una experiencia inolvidable y preciosa


Una experiencia inolvidable y preciosa, así es como he querido titular esta nueva entrada. Si bien es cierto que la profesión de maestro es muy gratificante, no sólo por lo que uno aporta, sino por todo lo que aprende y recibe a cambio de ella. Debo reconocer que esta no ha sido una excepción, ha resultado para mí una gran vivencia, y quizá por ser la primera, hace que me encuentre especialmente emocionado y que me encuentre convencido de que jamás la olvidaré.

Emocionado por todo lo que conlleva. Mi primera independencia, mi primera experiencia profesional docente. Todo ello en un sitio nuevo, lejos de casa y mi entorno, pero que gracias a l@s compis, a mis amig@s, a la gente que he conocido y a l@s alumn@s ha sido impresionante.

Si bien es cierto que los inicios nunca son fáciles, reconozco que en este caso tampoco ha sido una excepción. Recién salido del hospital debido a mi debut diabético, teniendo que encontrar piso en cuestión de horas, sin saber qué me iba a encontrar en el nuevo colegio... Teniendo que integrarme en un claustro nuevo de compañer@s, adaptándome a un método de trabajo heredado por la anterior profesora y buscando el modo de dar unas clases que fueran entretenidas, dinámicas, interesantes y a la vez útiles para el alumnado.

Sin embargo, todo ha sido excepcional. En primer lugar conseguí encontrar piso con relativa facilidad, con un aire al de cuéntame: con su papel pintado, sus figuritas de  porcelana, con sus azulejos sobrecargados de colores, sin lámparas y un baño minúsculo… Pero un sitio en el que he estado muy a gusto. ¿Qué era cutre? Sí, pero era mi casa, mi hogar, con el fiel Wilson esperando impaciente a que llegara del cole para ir a dar una vuelta y desfogarse ladrando al viento. Con mis quehaceres diarios, mi musiquita, mis fotos, mi guitarra… Una situación nueva para mí en la que todo dependía de mí, y que ahora echando la vista atrás, creo que puedo sentirme orgulloso de ella.

Por su parte, en el colegio me he sentido muy a gusto también, gracias en gran parte a tod@s l@s compañer@s, cada cual a su estilo marcado por su personalidad, pero siempre con “buen rollo” y cercanía. Lo cual hace que me lleve un gran recuerdo de tod@s ell@s. Y la seguridad de que seguiremos en contacto y nos volveremos a ver más pronto que tarde.

Por parte del alumnado, que desde el primer día hemos conseguido entendernos muy bien y divertirnos mucho en las clases. Hemos reído, hemos aprendido, hemos trabajado, incluso en alguna contada ocasión, nos hemos enfadado;  y yo personalmente, he disfrutado muchísimo, por ello resalto que la satisfacción profesional que he sentido no hay modo de pagarla con dinero. 
Y es que somos personas, seres con emociones, con miedos, con inquietudes, con infinitas virtudes y un puñado de defectos, lo cual nos ayuda a crecer, a luchar y a seguir creyendo en que los seres humanos somos buenos por naturaleza.
Digo esto porque las emociones están muy devaluadas hoy en día. Pero ¿existe algo que nos conmueva más que éstas? Evidentemente no, ni el dinero, ni el prestigio, ni las cosas materiales… Sino aquello que sentimos es lo que nos hace emocionarnos, alegrarnos, reír, llorar, disfrutar, en definitiva, sentirnos a gusto, felices y satisfechos con nosotros mismos… Y en una sociedad en la que mucha gente intenta ocultarlas, intenta evitar hablar de ellas y se tienden a dejar en un segundo plano, creo que es fundamental mantener el sentido de la vida y ser muy consciente de que son esas emociones las únicas que nos ayudan a ser felices en la vida. De ahí que me parezca imprescindible trabajar la “inteligencia emocional” en la escuela, pero este es otro debate que algún día retomaré.

Profesionalmente, reitero que ha sido una experiencia maravillosa. Y es que, a pesar de todo lo que me queda por aprender y por mejorar como “profe” (que soy consciente que es muchísimo), sé que la honestidad es uno de los valores que intento seguir y que considero más importantes, intentar hacer lo mejor posible todo lo que nos propongamos (desde limpiar la cocina a estudiar un idioma), intentar aprender de l@s compañer@s y personas de nuestro alrededor que pueden enriquecernos muchísimo, buscar siempre la auto-superación y la ambición de querer mejorar y aportar el máximo posible a nuestro entorno... Son aspectos fundamentales, los cuales cada cual persigue a su manera, por ejemplo yo intento hacerlo gracias a la autocrítica, al aprendizaje diario a lo largo de la vida, al espíritu de superación y a la no acomodación, sino a la rebeldía (en el sentido desafiante de la palabra) por mejorar e inquietud por crecer paso a paso. Todo ello acompañado por supuesto por una ruptura de barreras y una lucha constante para reivindicar la justicia y las ganas de trabajar diariamente para que exista un cambio de actitud de toda la sociedad.

Por todo ello, me quedo con un gran recuerdo de toda la gente que he conocido, con la experiencia docente (que aunque breve) he adquirido, las ganas de seguir luchando para que la sociedad mejore día a día desde mi pequeña parcela de terreno. Y con la emoción de observar que hay profesores fascinantes, cada cual con su estilo, con sus dinámicas, pero que luchan para que la sociedad crezca y luchan para formar personas críticas, con cultura, con inquietudes y con ganas de prosperar en la vida al margen de sus dificultades personales, que todos hemos tenido, tenemos y tendremos, pero que no deben cortarnos las alas para seguir soñando con un mundo mejor y luchando para que así sea.

Además, no debo olvidar y por ello así lo reflejo, todo el cariño que me han transmitido mis amig@s, algunos de ellos dispersos por diversos lugares de la geografía nacional y mundial, pero que han hecho que esa independencia fuera más sencilla y que la soledad inicial fuera menos complicada. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo echa en falta (cambiando un poco el refrán), y así ha sido, reconozco que tengo un grupo de amig@s maravilloso y que ahora, más que nunca, soy consciente de todo lo que les quiero y les necesito en mi vida. 


Sin más dilatación, simplemente quiero agradecer desde este pequeño espacio, a tod@s mis amig@s, a la gente que he conocido, a los cuales, algún@s de ell@s casi puedo llamarles así, y a l@s que simplemente fueron compis de trabajo, esta bonita experiencia que quedará para el recuerdo y que ha servido como punto de inflexión en mi inicio de la carrera profesional.
La foto que adjunto es la celebración de uno de mis 2 goles del domingo 27 de Mayo que ayudaron a conseguir el subcampeonato local de 2ª División de la liga de Alovera . Con una dedicatoria especial a mis alumn@s de 5º del CEIP Miguel Servet de Fraga, en la provincia de Huesca. Dedicatoria que prometí hacerles ya que me prepararon una despedida emotiva, cariñosa y sincera llena de sorpresas y regalos. Pero sólo quiero recordar que el mejor regalo ha sido tenerles como tal y que me han aportado muchísimo más de lo que seguramente ell@s puedan llegar a pensar.

lunes, 20 de febrero de 2012

Un reseteo del sistema operativo central


He decidido titular así la entrada porque en realidad es como lo siento. Igualmente que me he propuesto volver a escribir en el blog.
La razón por la que no lo he hecho no podría explicarla, no sé si por “higiene emocional”, porque no me salían las palabras adecuadas o por qué… El caso es que estoy de vuelta.

Al grano. Este fin de semana hemos estado “los amigotes”, o mejor dicho, parte de estos, en Valencia. Uno puede definir un viaje, puede dar su opinión al respecto, pero aseguro que nadie puede llegar a entender lo que éste ha supuesto para mí…

En primer lugar porque digo públicamente que “tengo los mejores amigos del mundo”, lo digo alto y claro porque es una realidad. Ha sido un viaje impresionante, lleno continuamente de risas, de buenos momentos, sin un solo mal rollo… Todo lo contrario. Y, para los que no lo sepan, no iba a ir, pero a menos de 12 horas de la hora programada de salida me di cuenta de que era lo que necesitaba, que era necesario para romper con la monotonía, que un cambio de aires siempre revitaliza cuerpo y mente, y así ha sido. Agradezco por ello, el ánimo de mi madre a marchar. Incluso iría más allá… Me han entrado unas ganas irrefrenables de irme allí a vivir: el clima es impresionante (como todos sabemos), la ciudad es agradable… Pero lo mejor de todo, me quedo con sus gentes.

Sin ánimo de desmerecer a mi querida Guadalajara del alma, en Valencia hemos conocido un montón de gente, hemos hablado con diversos personajes y hemos interactuado con un gran número de personas. Se trata de gente sana, de gente con ganas de vivir su propia vida sin necesidad de mirar al vecino… Eso es lo que menos tolero de Guadalajara, ese control social, esas ganas de “enterarse de algo del vecino” para correr a contarlo… Por dios, preocupémonos de nuestra vida, que bastante tenemos… Además, que todos podemos contar mil cosas, algunas de ellas muy fuertes y morbosas de gente que nos rodea, pero ¿qué ganamos con eso?

El caso es que según llegué ayer, devorado y con anginas, a casa. Me di cuenta de que los ánimos de mi madre para que viniera y de mis amigos porque les acompañara, han sido la mejor cura contra esa monotonía y apatía emocional que últimamente venía sufriendo. Lógicamente, los que me conocéis sabéis que no he pasado el mejor mes de mi vida, sin embargo, parafraseando a Conchita “Esta vez, creo que en vez de una puerta viene un ventanal” y así lo pienso y ahora me reafirmo. Y por cierto, cuando sienta que las cosas han vuelto ya a su cauce natural quizá os sorprenda con el polémico tema de “las rupturas sentimentales”, pero lo dejo en el aire o “standby”, lugar maravilloso de Valencia…

El tema, aunque pueda parecer superfluo, os aseguro que para mí ha sido de gran importancia. Vuelvo con más confianza en mí mismo, con ganas de luchar, con ganas de trabajar, con ganas de ser (aún más) amigo de mis amig@s, con ganas de comerme el mundo y de romper definitivamente con mi pasado más reciente, siempre sin despreciarlo, pero sí apreciando con perspectiva que parte de este no me ha hecho ningún bien, resumiendo, de volver a emocionarme, de disfrutar de pequeños y grandes momentos y de sentirme, en definitiva, con ganas de vivir, porque la vida, de hecho, es maravillosa y si se tiene a buena gente con quien compartirla, lo es aún más.

Nada amig@s, a pesar de que esta no sea una entrada especialmente llamativa en cuanto a teorías y divagaciones, os aseguro que como moraleja es impresionante. Cuando necesitéis un cambio radical de aires o romper con una mala racha, iros a Valencia. A Valencia o a cualquier otro sitio donde realmente exista un cambio de aires… Como dato he de decir que “todo comenzó allí y que a su vez la última página de un agridulce libro también termina ahí”, lo prometo (o al menos eso espero).

Por cierto, en breve subiré un par de entradas sobre “Los amig@s”, la primera, que tenía medio escrita y otra que éticamente necesito escribir sobre cómo éstos nos ayudan en los momentos más bajos.

Un abrazo a tod@s y nos vemos por los bares.